Santander.- La Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la UIMP, afronta a partir del lunes los cursos de su 75 aniversario orgullosa de las señas que la distinguen desde 1933, fiel a la libertad que no perdió ni durante el franquismo y sin miedo a la competencia que cada año siembra el verano de más cursos. "Ojalá fuéramos más", asegura su rector, Salvador Ordóñez.
A este asturiano de 62 años, minero a la universitaria (es catedrático de Petrología), le ha correspondido celebrar las bodas de brillante de uno de los iconos culturales la II República: la universidad de los poetas de la Generación del 27, el proyecto educativo que supo reinventarse tras la Guerra Civil y que, con los años, acaparó los veranos culturales y políticos de la Transición.
La hermana mayor de las universidades españolas de verano está dispuesta ahora a seguir abriendo el camino que otras muchas han seguido, a adoptar un nuevo estilo sobre los mismos principios. Es la "UIMP 2.0", el aula de verano que quiere seguir abierta en la red el resto del año como comunidad de debate y conocimiento.
Pregunta.- ¿Qué significa para un hombre de universidad estar al frente del proyecto que pusieron en marcha Ramón Menéndez Pidal y Pedro Salinas cuando se cumple su 75 aniversario?
Respuesta.- Un gran honor. Y a continuación del honor viene la responsabilidad, el saber si estarás a la altura, porque creo que el suyo fue un pensamiento muy adelantado a su tiempo.
Ahora hay muchas universidades de verano, pero cuando ésta se fundó, eran impensables. Entonces en España había 30.000 alumnos universitarios y a esta gente se le ocurrió un modelo de excelencia dirigido a la formación integral de la persona: traer a profesores preeminentes y a los mejores estudiantes, con un enfoque interdisciplinar y unas actividades culturales increíbles.
P.- ¿Qué conserva la UIMP de las señas de identidad de aquella Universidad de Verano de 1933?
R.- Hay una cuestión que quizás no se conoce bien: cuando se refunda la universidad después de la Guerra Civil con el nombre de Universidad Internacional Menéndez Pelayo, hablan con Dámaso Alonso, que era de las pocas personas del Centro de Estudios Históricos que no se había ido al exilio. Él reconstruye la universidad.
La UIMP fue, de hecho, una isla de libertad en la época más dura del franquismo y en ella se hicieron muchas cosas que fuera de esta universidad eran difíciles de hacer. Así que el espíritu subyació.
P.- Hace tiempo que perdieron la exclusiva de los cursos de verano, decenas de universidades han seguido su modelo.
R.- Siempre he dicho que la competencia es buenísima. Obliga a mantener el nivel y a esforzarse cada año en ofrecer cosas muy creativas, a buscar espacios nuevos donde realmente puedas atraer a los estudiantes. Incluso competimos por el profesorado.
La competencia nos obliga a mantenernos. Ojalá hubiera muchos más cursos de verano y muchos más estudiantes que estuvieran dispuestos a debatir cosas, porque en el debate hay creación de conocimiento.
P.- Del curso regular quedan las tesis y los títulos. ¿Qué queda de los cursos de verano? Sus críticos dicen que sólo titulares.
R.- Esto no es cierto. Por ejemplo, nosotros estamos creando una biblioteca digital en la que ya tenemos almacenados cinco años, de 1982 a 1987. Todo eso se va a volcar a la red, de forma que se pueda acceder libremente a esos contenidos a través de nuestra página web.
Para el futuro, hemos montado lo que llamamos UIMP 2.0, que sencillamente pretende que todos nuestros cursos de verano tengan una introducción previa durante el invierno a través de blogs de profesores y estudiantes, donde se cree red social de conocimiento. Ya hemos colgado en la web cinco o seis cursos así, pero queremos que sean todos. Eso comporta una puesta al día, un nuevo estilo, una nueva apuesta por parte de la UIMP.
P.- La UIMP ha sido muchas cosas estos quince lustros: reducto de libertad, escaparate del saber, cómplice de las vanguardias, parlamento de verano... ¿Con cuál se queda?
R.- Con algo importante: con que la UIMP ha sido un punto de encuentro de personas con inquietudes. La inquietud puede estar alrededor de la política, el arte, la literatura, la física o de cualquier ciencia social. Pero lo importante es que haya personas con inquietudes, unos con cosas que enseñar y otros con ganas de aprender. Porque, al final, acaban aprendiendo unos de otros.
P.- Y, ahora, ¿cuál debe ser el papel de la Menéndez Pelayo?
R.- El conocimiento crece porque se debate. Las proposiciones más heterodoxas de los temas hacen que la gente busque nuevas demostraciones que puedan afirmar o negar el paradigma.
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