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Las "miembras" de Aído, analizadas por especialistas... y 'especialistos'

  • Pese a las críticas de la RAE, algunos lingüistas defienden este uso
Por EDU SÁNCHEZ (SOITU.ES)
Actualizado 11-06-2008 13:04 CET

En su estreno ante sus señorías, la nueva ministra de Igualdad entró por la puerta grande... pero del diccionario. Bibiana Aído agradecía el compromiso con la igualdad de los "miembros y miembras" de la comisión del Congreso, después de haber plagado su discurso de continuas referencias al Consejo de "Ministros y Ministras" del que forma parte y al Congreso de los "Diputados y Diputadas" ante el que dará cuenta de su actuación. Los académicos se le han echado encima, aunque algunos lingüistas no lo ven tan "aberrante".

No es la primera y parece que no será la última política que experimenta con el lenguaje para hacer más visibles a las mujeres y evitar el genérico masculino que la lengua española ha establecido para referirse a determinadas colectividades integradas por ambos sexos. Aído tomó en el Congreso la bandera que hace años izó en un multitudinario mitin la entonces diputada Carmen Romero que se dirigió a los "jóvenes y jóvenas" asistentes. Y como en aquella ocasión, las críticas y los dardos no se han hecho esperar.

Desde la Real Academia Española (RAE), "que limpia, fija y da esplendor", destacados miembros (y 'miembras') cargaron contra la ministra. "Es una ignorancia supina" (Carmen Iglesias); "broma de mal gusto" (Gregorio Salvador); "no ayuda a emplear bien el idioma sino a tergiversarlo" (Darío Villanueva). El más duro de todos ha sido el ex vicedirector de la RAE, Salvador, quien no le dio ni el beneficio de la duda a este "lapsus" o "anécdota" -en palabras de la propia ministra-, ya que a su entender "sólo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo".

Sin embargo, algunos lingüistas consultados por soitu.es no ven tan aberrante el uso de 'miembras'. Para la profesora de la UNED Pilar Ruiz-Va el uso de este término no tiene nada de "repugnante" desde el punto de vista morfológico. "Cuando un término que se utiliza para designar a personas termina en 'o' puede formar su femenino en 'a', como es el caso", explica Ruiz-Va, quien recuerda que la Academia ha llegado a admitir la feminización de 'presidente' pasando a ser común el uso de 'presidenta' o de 'juez' a 'jueza', "cuando en castellano los términos que acaban en 'e' o en consonante forman su género con el artículo que les acompaña". Este criterio es también esgrimido por la vicedecana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos, Rosa Berganza. "La mayoría de lingüistas coinciden en que, aunque resulte extraño, es positiva la feminización de los sustantivos que acaben en 'o', aunque también se puede hacer uso de colectividades para evitar el genérico masculino ('alumnado', 'profesorado'...)

El especialista Álvaro García Meseguer, autor del libro '¿Es sexista la lengua española?', comparte este plano teórico defendido por sus colegas, pero considera "completamente innecesaria la creación de neologismos que lo único que hacen es ensuciar el lenguaje". García Meseguer, para quien es un "disparate" el término 'miembra', defiende que "el español, gracias a la existencia del género gramatical (que muchos hablantes identifican incorrectamente con el sexo biológico) no tiene una estructura sexista, a diferencia del inglés, que por no tener género gramatical sino marcas de sexo, resulta ser sexista". Él pone como ejemplo la diferencia entre 'él', 'ella' (que en castellano significa género masculino, género femenino) frente a 'he', 'she' (que en inglés supone 'el macho', 'la hembra').

Tanto Ruiz-Va como García Meseguer coinciden en lo "farragoso" que resulta para el lenguaje el recurso, cada vez más habitual en medios y políticos, de plagar los discursos con la duplicación de género (el famoso "diputados y diputadas", "vascos y vascas" o "alumnos y alumnas"). "Creo que se está abusando de este recurso, que sólo encuentro justificado si se emplea con prudencia", señala García. "En Estados Unidos, por ejemplo, se está imponiendo una tendencia en los últimos años, la de crear expresiones que engloban a mujeres y hombres para evitar esta duplicidad (a los bomberos se les denomina 'firefighter' -'luchadores del fuego'-) y nosotros tenderemos progresivamente a este uso", afirma Ruiz-Va.

"Hay mucha resistencia a admitir cambios lingüísticos"

Sobre las críticas de destacados miembros de la RAE a la ministra, la Federación de Mujeres Progresistas (FMP) asegura que no se puede esperar otra cosa de una institución "rancia, que sólo está representada por hombres y una minoría de mujeres", según Carmen Laviña, directora de comunicación e igualdad. Además, desde esta federación reclaman que se eliminen las "numerosas referencias machistas que tiene el diccionario, que desde nuestro punto de vista, es contrario a la Ley de Igualdad aprobada por el Parlamento". La profesora Berganza, autora de numerosos estudios sobre género y comunicación, recuerda que el diccionario de la RAE ha sido acusado en varias ocasiones de "androcentrista". A modo de ejemplo, sepan que 'jueza' es "la mujer del juez"; que uno es más huérfano si se le ha muerto el padre; o que 'ajamonarse' es una expresión que se dice "especialmente de una mujer". Para Ruiz-Va, "la Academia no ha sido muy cuidadosa hasta ahora en la incorporación de usos lingüísticos que hace la sociedad". "Hay mucha resistencia a admitir cambios lingüísticos, tanto desde un punto de vista de género como ideológico", considera Berganza.

Otro de los argumentos esgrimidos por colectivos feministas para esta progresiva feminización de términos es la necesidad de hacer visibles socialmente a las féminas. "Las mujeres hemos estado borradas durante siglos de la historia y ahora es necesario que se nos mencione porque las mujeres hemos tomado el espacio público", afirma Carmen Laviña. "Sigue sorprendiendo que muchas mujeres rehuyan del femenino cuando hablan de su propia profesión, como 'físicos' o 'médicos', pues consideran que así se les puede infravalorar", coinciden Laviña y Ruiz-Va. Y es que el lenguaje, al fin y al cabo crea realidades, por lo que, según la profesora Berganza, "la Academia debería asumir el compromiso firme por la igualdad entre hombres y mujeres siendo más flexible con los nuevos usos del lenguaje".

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