Una película de Sydney Lumet que ha gustado a nuestros dos colaboradores de cine, que últimamente no logran ponerse en desacuerdo. Magníficos los protagonistas, tensión, inteligencia. Los mejores recursos de la industria al servicio del entretenimiento.
(¿Son conscientes los distribuidores españoles de que la traducción que han dado al título original de la película significa justamente lo contrario de lo que éste quiere decir?: o sea, "que el diablo sepa que has muerto, lo primero de todo").
En esta temporada son ya tres, no: cuatro, las ocasiones en las que la luz se apaga, se ilumina la pantalla, empieza la película y uno, en su asiento, se agarra de los brazos y se dice: "va a ser". Escalofrío. 'La noche es nuestra' de James Gray (la que se cae más pronto), 'Chantaje' de Mike Barker (atrapa y se disfruta, hasta que te explican lo que pasa), 'Sultanes' de Alejandro Lozano (servida por la acción, por las imágenes, más allá de donde llega el argumento, e incluso éste planteado con destreza). En Sydney Lumet el trampantojo está tan bien urdido, lo hace con tanto oficio, que ni el perista al que alguien ¡le deja su tarjeta de visita! –no es la única, pero sí la mayor- logra arruinar el juego.
Viaje por el instante en el que se degusta un engañoso, breve paraíso, antes de caer (¿antes caer?) en el infierno. La familia y otros animales sobre la línea de 'Cassandra's Dream': las consecuencias de orinar contra el viento. Tensión, inteligencia, magníficos los dos protagonistas, para un 'thriller' doméstico un tanto fastidioso en su gramática, atrás y hacia delante, aunque aquí lo justifique el argumento.
Título enigmático, corolario de una sentencia tradicional irlandesa: "Procura disfrutar del cielo media hora… antes de que el diablo sepa que has muerto". Estupendo trabajo del veterano realizador en la dirección de grandes actores. Genial la estructura temporal. Melodrama de suspense y crímenes en familia que ahonda en los males de la sociedad americana y sobre todo en el fatalismo de la relación padres-hijos. Un gran guión que firma Lumet junto a un recién llegado Nelly Masterson. Quienes preferimos el cine de autor europeo al del 'star system', o más bien al sistema de las productoras de Hollywood, tenemos aquí una pieza para cuestionar nuestros gustos.
En su construcción del psicoanálisis, Freud hizo una nueva lectura del mito de Edipo. El cine, hermano de leche de esta ciencia contemporánea, bebe a veces en sus mismas fuentes mitológicas, como la tragedia griega. 'Antes que el Diablo sepa que has muerto' emplea los mejores recursos de la industria para ofrecernos dos horas de entretenimiento, de pasión, de buen cine y mejores interpretaciones. La película profundiza en lo eterno del drama contemporáneo. Ahí está el hermano mayor que idea el desastre, Philip Seymour Hoffman, el menor Ethan Hawke teledirigido por el primogénito, Marisa Tomei, su mujer, y no nos perdamos de vista al padre, Albert Finney, que desde las sombras del pasado alienta, junto a la madre, la desgracia. Es genial el tratamiento de los tiempos a partir de ese carnal e inesperado principio. Será precisamente una quiebra de ese tono el que marque el comienzo de la tragedia. El cambio constante de puntos de vista desvela la intimidad de unos personajes cuyo destino está marcado a fuego por el inconsciente.
No sabemos si a sus casi 84 años al director le quedará mucho cine por hacer, pero 'Antes que el Diablo sepa que has muerto' roza la categoría de obra maestra. Sydney Lumet empezó a lo grande con 'Doce Hombres sin Piedad' y luego ha seguido una carrera muy irregular. Quizá sea éste el brillante colofón de su vida artística. Quien pueda que no deje de verla. En versión original, por supuesto.
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros críticos de cine.
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