Hoy transcribo, con el permiso de nuestra embajadora en Donostia, "Madame" Nagore, la epístola que envié hace unas horas a su ardiente correo electrónico, preocupado por los cristos de nuestros chefs más reputados, que toma alcance ya de tragicomedia de Calixto y Melibea.
Nagore: Hoy rodamos una salida en Barca desde Mutriku con tres pescadores con la intención de incorporar la experiencia a un especial TV de una hora que versará sobre cocina de verano y emitiremos pronto. La experiencia ha sido inolvidable. Al finiquitar, hemos echado un trago en el Bar de la Cofradía y mientras estos tipos entonaban unas canciones marineras de cortar el hipo, en el televisor del local emitían imágenes del «affaire» Adriá-Santamaría: me ha dado vergüenza mirar a la pantalla.
En el suelo teníamos un cubo lleno de "Arraitxikis" (pequeños pescaditos, cabritas, doncellas, txistus, fanequitas) y pensé que aquello si era, ¡sandios!, gastronomía de la buena, la verdadera fiesta de la vida, y no esta porquería en la que muchos han convertido la alta cocina o como quieras llamar a este bodrio tecno circense de los fogones.
Los cocineros reclaman su condición de artistas y todos hacemos el ridículo con estas exhibiciones de niños malcriados, y pensaba, mientras sorbía mi cerveza helada, que los verdaderos artistas son personajes como estos tipos que han echado el día con nosotros: Quique Elorza, Juan Mari «San Juan Txiki» y Pedro Ángel "Bihotz-erre / Corasón de quemao", tres maestros presocráticos que en un auditorio de Madrid-Confusión nos darían sopas con honda, una lección de mar, vida y comida que ríete tú de las ponencias de Nobu o de Quique Langosta.
Enfin. Pelillos a la mar. E la nave va.
¿Qué nos deparará el futuro? ¡Qui lo sa, hermosa embajadora! Y lo peor de todo es que habrá cocineros dejándose el pellejo en los fogones, asistiendo atónitos a esta trifulca con una sensación horrible, la misma que de crío y en casa a uno le encogía las entrañas cuando se veía acorralado entre dos fuegos, en la misma línea de tiro de la típica y terrible bronca entre padre y madre. Para morirse allá mismo, vamos: se te cae el alma a los pies.
Es lo que me pasa ahora con todo esto. Estoy "touché".
Seguiremos con la grabación de nuestro programa y con la vibrante sensación de que los fogones aún palpitan en cualquier tasca, puerto, obrador, chamizo o romería, a la vuelta de cualquier camino: en cuanto menos te lo esperas tropiezas con un exquisito olor, el buen hacer o la energía positiva que habitan el corazón de gentes que no se toman tan en serio la vida.
La semana que viene pondremos rumbo a San Juan de Luz para ver fabricar los famosos "Macarrons" de almendra, parlarems.
Besos castos y puros.