La casa Louis Vuitton, como explicaba hace días Citizen Sugar, anda un poco revuelta porque ha denunciado a la artista Nadia Plesner. ¿El motivo? Que ha utilizado la imagen de su mítico estampado Monogram para ilustrar la imagen de una campaña de recaudación para paliar el hambre en Darfur. No es que la firma francesa no quiera acabar con las hambrunas (dato que desconocemos), sino que está molesta porque se use su imagen sin su consentimiento, aunque sea para buenas causas.
En realidad, la artista no se ha servido del famoso logo de LV, sino que ha hecho una clara imitación para esta campaña, que lo que quiere es llamar la atención de la gente (según ella) con la única imagen que les mueve: un ser que tenga un perrito absurdamente pequeño (tipo Paris Hilton) y que luzca un carísimo bolso de firma (más de lo mismo).
Teniendo en cuenta que es para una buena causa –las camisetas y pósters que se vendan destinarán sus beneficios a una campaña contra el hambre en Darfur– y que a la firma no le faltan precisamente los euros, ¿por qué tanto jaleo? Pues muy sencillo: porque se supone que esta ilustración, al tener una imitación del logo de LV, atenta contra la propiedad intelectual. Además, los gerifaltes del grupo LVMH tampoco querrán que uno de sus símbolos más representativos se asocie a la terrible hambruna de Darfur y la estulticia de alguien como Paris Hilton. La firma reclama a la artista 20.000 dólares por daños y perjuicios por cada día que la campaña esté activa y, si bien la lucha es un poco David contra Goliath, de momento siguen litigando y nadie se ha rendido.
Además de lo llamativo de esta noticia (qué le costará a Vuitton olvidar todo este tema y continuar con su vida), llegamos a una conclusión: que no te puedes inspirar en la moda para desarrollar tus proyectos artísticos. Lo sorprendente es que la moda sí se puede inspirar en el arte a diestro y siniestro para sus colecciones, llegando mucho más allá de la mera referencia para directamente apropiarse de obras conocidas. Paradójico, como mínimo…
Una de las pioneras en utilizar el arte para sus creaciones de moda fue Elsa Schiaparelli en los años 20, pero con el consentimiento de los propios artistas e incluso su colaboración. Es muy famoso su vestido langosta o el célebre sombrero-zapato que realizó con Dalí. Su relación con el surrealismo fue muy directa porque era el movimiento artístico que le tocó vivir y con el que se relacionó. Años más tarde, en los 60, tenía lugar la unión moda-arte más conocida hasta el momento: el vestido Mondrian de Yves Saint Laurent, que directamente reproducía un cuadro del pintor sobre la tela.
Las inspiraciones (¿con permiso de la familia de los artistas?) en obras son más que recurrentes, temporada tras temporada: la tendencia azul Yves Klein de la pasada temporada en docenas de prendas. Y este verano las revistas no paran de bombardear con el rollo 'arty', vestidos que se inspiran o directamente copian obras abstractas de artistas muy conocidos. Los murales de Pollock, por ejemplo, se estampan en un vestido de Versace. En este vínculo puedes encontrar un buen número más de ejemplos actuales. La pregunta es si habrán reclamado los artistas sus derechos de autor desde la tumba por utilizar sus obras sobre la ropa, de ahí que sorprenda el enfado de Vuitton por la ilustración de Nadia Plesner.
Sorprende sobre todo porque la casa francesa presume de prestarse a que ciertos artistas empleen su logo, como sucedió en 2006, con la exposición sobre el símbolo monogram. En ella, se encargó que reinterpretaran algunos de sus bolsos más representativos a 9 artistas de todo el mundo, como la arquitecta Zaha Hadid, Andre Putman o James Turrell. Lo mismo sucede con el diálogo moda y arte (como les gusta llamarlo a sus protagonistas) que se establece entre el diseñador de Vuitton, Marc Jacobs, y el artista japonés Takashi Murakami. Éste ha sido el encargado de decorar con sus típicas ilustraciones algunos bolsos. Claro que con esto ambos logran fama y unos ingresos y con la obra de Plesner no.
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