La reforma socialista de la televisión pública era un pufo (por si ustedes no se habían dado cuenta). El último capítulo de este juego de trileros es la reciente contratación de más de 75 directivos con sueldos millonarios que, fíjense que cosa más curiosa, llegan a TVE cuando aún están saliendo los 4.000 trabajadores "regulados" (puente de plata, jubilación de oro). Mientras tanto, el deterioro de la programación continúa: ¿Vieron el lunes 'Fuera de lugar', la nueva serie, por supuesto de producción externa? La semana próxima comentaremos tan lamentable estreno.
La noticia era un rumor a voces, que fue confirmado ayer por UGT mediante un comunicado: después del Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que acarreó la salida de miles de trabajadores, la dirección de TVE ha fichado al menos a 75 directivos "de salón" con salarios "de lujo" que rondan, "como mínimo", los 80.000 euros. Lo que venimos cobrando los líderes de opinión...
En UGT no lo tienen tan claro: "¿Acaso entre la plantilla … no encuentra ningún talento nuestro presidente? ¿Tampoco en los incorporados en la reciente Oferta de Empleo realizada bajo su mandato? ¿Tanta es a sus ojos nuestra incompetencia o es que son tantos sus amigos?".
Un escándalo. Que se resume, como la mayoría de grandes farsas políticas, en cuestiones de carácter económico. Concretamente en dos: ¿Quién gana y quién pierde con esta torticera reforma de la televisión pública? La respuesta es sencilla. Perdemos los españoles, que seguimos pagando el sueldo (92 % de salario neto) a unos 4.000 trabajadores que ya no trabajan (en TVE). Los mismos españoles que ahora comenzamos a financiar una nueva generación de 'cracks' a 80.000 euros por barba.
¿Quién gana? Las nuevas televisiones privadas (Cuatro y La Sexta), que aprovechan el mal momento de TVE (el pasado junio alcanzó su mínimo histórico de espectadores) para quedarse con su público y aumentar sus audiencias. Y su publicidad. También ganan las productoras privadas, que han encontrado un filón en una televisión pública desmantelada, sin pies ni cabeza, sin criterio ni plan de futuro. Ya en enero del 2007 el Tribunal de Cuentas criticó a TVE por depender en exceso de estas empresas: "originan un doble coste a la televisión pública al mantener inactivo al personal de plantilla".
UGT resume la realidad de manera inmejorable: "Nos prometieron una empresa saneada, comprometida con su naturaleza pública y con sus profesionales, y nos lo creímos y ahora, sin embargo, nos damos cuenta de que era un miserable engaño".
Algo huele a podrido en TVE. Yo recomiendo a los nuevos directivos del Ente la utilización de Roberts Toot-Tone, un revolucionario sistema rectal que no sólo camuflará sus deslices y torpezas, sino que les ayudará a redondear su ya jugosa nómina: podrán rentabilizar sus tormentas de ideas, incluso las intestinales, utilizando bonitos politonos televisivos al aliviarse vía anal. No se pierdan la promo…
Otra situación apestosa: la ascensión de la antorcha olímpica a la cumbre del Everest. Después de saturar los informativos durante unos días con las revueltas en Tíbet, las televisiones ya han olvidado el conflicto y se centran únicamente en la anécdota olímpica. Un grupo de 31 escaladores ha paseado por el techo del mundo la famosa antorcha. Un nuevo éxito del gran pueblo chino, el mismo que aplica la pena de muerte, tortura, censura e impide el paso a la prensa y desprecia los derechos humanos. Los informativos emiten esas imágenes de montañismo grotesco, de libro Guinness, pero no informan (eso sería hacer periodismo) de la burla que supone esta ascensión. De si la utilización de oxígeno durante la misma tiene algo que ver con el espíritu olímpico. De cómo han bloqueado al resto de expediciones hasta conseguir su objetivo promocional. De cómo ha sido ese golpe de estado a Chomolungma, la diosa madre.
La mejor información sobre el tema la ofreció, con diferencia, esa casi pre jubilada de oro llamada Rosa María Calaf…
Una oración por la lluvia
Autor: Wojciech Jagielski.
Editorial Debate.
Con el periodismo en descomposición, y el reportaje sobreviviendo a duras penas como género, deberíamos recibir 'Una oración por la lluvia' con la mejor de nuestras sonrisas. Podría pasar por un libro de viajes, agradable de leer, construido sobre las descripciones de un hombre que, tras visitar en once ocasiones Afganistán, entre 1992 y 2001, intenta reflejar la realidad del país por medio de unos textos equilibrados y directos. Pero va mucho más lejos, puesto que se trata de la crónica de un reportero en estado de gracia, que rasca en la superficie reseca del país asiático para superar los prejuicios y comprender la verdad de su historia y sus tradiciones, para entender a sus habitantes y tratar de aceptar su modo de vida.
"En Afganistán hay no menos de veinticinco mil aldeas, y en cada una hay como mínimo dos mezquitas. En cada una de ellas el imán es el encargado de servir a Dios, ayudado por varios alumnos, los talibanes, que bajo la tutela del maestro se preparan para ser mullahs. Entre todos forman un ejército de más de doscientos mil hombres, temible y combativo, que iba a la guerra no con la esperanza de alcanzar el poder o conseguir botines, honores o cualquier otra recompensa, sino como deber religioso".
Arrasado por los conflictos bélicos, las interminables revoluciones, el integrismo religioso y la codicia de las fuerzas extranjeras, Afganistán agoniza. Jagielski, prestigioso reportero polaco especializado en el mundo árabe, hace un trabajo espléndido y desmenuza la realidad del país, con magníficas descripciones no sólo de lugares o situaciones, sino de los personajes. Talibanes, muyahidines, invasores soviéticos…
"Los gobernantes a veces son un espantoso reflejo de su país y de sus habitantes, y quizá en ningún lugar del mundo sea esto tan cierto como en Afganistán. Los talibanes eran unos tullidos. Tanto sus almas como sus caras morenas estaban surcadas por unas profundas cicatrices, y habían perdido en la guerra piernas, brazos y ojos. El propio emir estaba lisiado, al igual que prácticamente uno de cada dos ministros, generales o cortesanos. El ministro de justicia, el mullah Nuruddin Turabi, era tuerto y cojo; el ministro de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, Wali Muhammad, era tuerto; el ministro de Exteriores, el mullah Muhammad Ghaus, era cojo y estaba casi ciego, y el viceprimer ministro y gobernador de Kandahar, el mullah Hasan Rahmani, así como el alcalde de Kabul, Abdul Majad, eran cojos".
Nadie mejor que Kapuściński, el otro genio del periodismo polaco, para reconocer en la portada la importancia de esta obra maestra: "¡Qué libro tan extraordinario, emocionante y bello! Jagielski ha llegado a la cima de su talento como reportero".
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