Roma.- Los italianos celebraron hoy el 25 de Abril, día de la liberación del nazi-fascismo, en medio de la división entre los partidos y las críticas al futuro presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, por no participar en los actos y decir que hay que "entender las razones de los muchachos de Saló".
Berlusconi, que nunca ha participado en los actos de este día, se reunió además con un recién elegido senador por su partido, el empresario Giuseppe Ciarrapico, de 74 años, que se vanagloria de no renegar del fascismo y de su simpatía por el dictador Mussolini, lo que generó las críticas de la izquierda.
El líder del Partido Demócrata (PD), Walter Veltroni, dijo que se trata de "un bofetón, una señal desagradable que marca una distancia muy profunda y muy grave de Berlusconi con todos los italianos que hoy festejan la libertad".
Berlusconi, que dedicó la jornada a preparar su futuro Gobierno, indicó que el 25 de Abril simboliza el retorno de Italia a la democracia y la libertad y que, después de 63 años, el odio generado entre vencedores y vencidos "ya es historia y ha llegado el momento de que este día sea el de la pacificación nacional".
Para el futuro primer ministro, no existe revisión histórica que pueda cambiar la "gratitud" que tienen que tener los italianos hacia los que combatieron por la libertad, pero ello no puede impedir la reconstrucción objetiva de aquellos años.
No obstante, añadió, "hay que entender las razones de los muchachos de Saló", la "República Social Italiana", de ideología fascista, creada por Benito Mussolini en el norte de Italia cuando las fuerzas aliadas tomaron el sur del país.
La jornada comenzó a primeras horas de la mañana con el homenaje del jefe del Estado, Giorgino Napolitano, al Soldado Desconocido, en el Altar de la Patria, en la romana Plaza Venecia, y la entrega de la Medalla de Oro al Mérito Civil a algunos ayuntamientos y a ciudadanos que actuaron de forma valiente durante la Resistencia al fascismo y al nazismo.
En todo el país se celebraron manifestaciones, muchas de las cuales se cerraron con el canto partisano "Bella Ciao".
Napolitano se desplazó desde Roma a Génova para celebrar la jornada, donde llamó una vez más a mantener la memoria viva y animó a los jóvenes a contrarrestar los autoritarismos.
El jefe del Estado rechazó el "falso revisionismo" sobre aquellos años y subrayó que no se puede equiparar a los que lucharon con los partisanos, en la resistencia, a los que estuvieron junto a los nazis y el fascismo.
En esas palabras, observadores políticos vieron la "respuesta" de Napolitano a su futuro primer ministro.
El partido de Berlusconi y el de Veltroni aprovecharon la jornada para apoyar en Roma a sus candidatos (Gianni Alemanno y Francesco Rutelli) a la Alcaldía de la ciudad, que disputarán el domingo y el lunes próximos en segunda vuelta.
Alemanno rindió homenaje al suboficial de carabineros Salvo D'Acquisto, asesinado por los nazis, y Rutelli depositó un ramo de flores en las Fosas Ardeatinas, donde los nazis fusilaron el 24 de marzo de 1944 a 335 italianos como represalia por la muerte de 33 soldados alemanes en un ataque partisano.
Mientras los líderes del centro y la izquierda participaron en los actos celebrados en todo el país, la Liga Norte, aliada de Berlusconi, no acudió a ninguno y su "número dos" y futuro ministro de Interior, Roberto Maroni, dijo que hoy fue una jornada "muy dura", ya que la pasó "cortando el césped" de su jardín.
Paralelamente a las manifestaciones oficiales, el cómico Beppe Grillo, "azote de políticos", organizó la segunda edición del V-Day (el Vaffanculo Day, el día de mandar a "tomar por el culo") en numerosas ciudades en defensa de un "Estado libre y una información libre".
Él presidió la manifestación de Turín, donde ante unas 40.000 personas dijo que los ciudadanos que secundaron su llamada son "los nuevos partisanos".
Atacó a los medios de comunicación porque son "dignos de Ceaucescu y de Pol Pot" y pidió a Napolitano, a quien llamó "Morfeo Napolitano, duerme y duerme", que sea el presidente de los italianos "y no de los partidos".
A los diarios los calificó de "ratas de alcantarilla" y denunció que en Italia hay un "monopolio de información pública y privada, hoy más agravado que nunca tras la victoria de Berlusconi".
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