MADRID.- El Museo del Prado exhibe una de las exposiciones más ambiciosas e importantes sobre el maestro aragonés, 'Goya en tiempos de Guerra'. Centrada en torno a los lienzos del Dos y el Tres de mayo de 1808, que acaban de ser restaurados y brillan con una luz nueva, la muestra incluye casi 200 obras del artista, desde sus brillantes y conocidos retratos cortesanos hasta sus pequeñas litografías y estampas, que reflejan la oscuridad del alma humana. La exposición, que se inscribe dentro de la programación que conmemora el Bicentenario de la Guerra de la Independencia, será inaugurada el lunes por los Reyes.
Para el director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, la muestra, que abarca 25 años de la vida del artista que coinciden con cambios políticos de gran repercusión en la marcha de la historia es un "diario" de un artista en que vivió entre dos siglos y supo ofrecer un "verdadero testimonio" del "triunfo de la sinrazón".
El relevante número de piezas cedidas por institucionales nacionales e internacionales, junto a las obras procedentes de colecciones particulares, que raramente se prestan, convierten esta exposición, en una ocasión única para contemplar pinturas, dibujos y estampas del artista desde su "renacer" como hombre y como artista a una "nueva sensibilidad" para captar lo esencial y abandonar lo superfluo, explicó hoy su comisaria y una de las mayores especialistas en la obra de Goya, Manuela Mena.
El recorrido cronológico de la exposición se inicia a finales del siglo XVIII, cuando Goya comenzó una nueva etapa, de mayor independencia creativa y de avances estilísticos y conceptuales, que culminó con la serie de aguafuertes de los Caprichos, en febrero de 1799, y con la Familia de Carlos IV, en 1800, y concluirá en 1819, año en que el artista pintó su última obra pública: 'La comunión de San José de Calasanz.
PINTURAS DE VARIOS GÉNEROS.
Pinturas de varios géneros, dibujos y estampas, ayudan a profundizar en el conocimiento del artista en este período, en las claves de sus composiciones y en la singular formulación de sus imágenes, aclarando aspectos de su cronología poco determinados, o que revelan facetas fundamentales de su vida y de su relación con el poder, aún por estudiar y definir.
Como afirma Manuela Mena en un magnifico y completo catálogo que acompaña a la muestra, esta exposición se centra voluntariamente en el artista y no en la Guerra de la Independencia, aunque los años de la guerra constituyen el núcleo central de esta nueva presentación del artista en el Prado.
Para Manuela Mena, Goya es un "espejo" que capta todo aquello que necesita "para poder expresar su idea y nos ofrece sus obras para que sigamos meditando durante muchos años. "Goya es un gran artista intemporal y universal", subrayó Mena, quien se emocionó al repasar la vida y obra del genial pintor aragonés.
La muestra ofrece la oportunidad de admirar obras, nunca antes expuestas, procedentes de colecciones particulares como 'Majas en el balcón' y 'Retrato de la Marquesa de Montehermoso'; lienzos que proceden de otros países como 'Fray Pedro y el bandido Maragato, del Art Institute de Chicago; o el 'Predimiento de Cristo', procedente de la Catedral de Toledo.
RECORRIDO EN CUATRO ESCENAS
La exposición se divide en cuatro "escenas" o secciones que corresponden a las diferente etapas de ese periodo que enmarcan la vida de Goya y la evolución de su arte: La primera parte, 'Goya pintor de Cámara', la segunda se centra en la visión de Goya ante el nuevo siglo; la tercera parte se titula 'Goya en los años de la Guerra de la Independencia, y la última parte presenta las 'Fatales consecuencias de España' (1814-1819).
El recorrido de la muestra se inicia en 1792 y 1793, años en los que Goya sufrió la grave enfermedad, aún de carácter desconocido, de la que quedó sordo. A su regreso a Madrid después de su larga convalecencia en Cádiz, inició el camino del arte independiente. Pintó por voluntad propia y expresando sus ideas cuadros de gabinete en que presentó con creciente dramatismo escenas de violencia y desamparo, como 'Prisioneros en una cueva', Corral de locos y los Caníbales, crueles metáforas del ser humano y la civilización.
Hacia 1795, cuando España declaraba la guerra a la Francia revolucionaria, la guerra del Rosellón, después de la ejecución de Luis XVI, Goya volvió a su desbordante actividad de años anteriores, recibiendo encargos de retratos de la aristocracia y de políticos. Pintó para sus protectores, los duques de Osuna o Jovellanos, y entre sus nuevos mecenas se contaban los duques de Alba y Godoy, para quien hizo la Maja desnuda.
EL DOS Y TRES DE MAYO, PROTAGONISTAS
En el centro de la exposición, se sitúan los fusilamientos del Dos y Tres de mayo. En el año 2000, el Museo del Prado se planteó la conveniencia de restaurar ambos lienzos y por ese motivo se organizó un simposio internacional en el mismo Museo, al que asistieron historiadores especializados y prestigiosos restauradores.
Se han rebajado en las dos obras, los barnices amarillentos con un proceso de limpieza que ha permitido recuperar la profundidad y transparencia del color original. Asimismo, se pueden apreciar detalles técnicos y pinceladas que permanecían ocultas por los antiguos barnices.
Utilizando la rica documentación existente al respecto y las fotografías de la época, el Prado ha acometido la restauración de ambos lienzos que recuperan sus "fresca pincelada" y se puede apreciar "lo terrible y lo trágico" de su temas, según explicó Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado.
Tras la Guerra, Goya se adentra en un mundo "cada vez más oscuro" y a partir de este momento comienza el Goya "más complejo", según Mena y el Goya, también, que se esfuerza por trabajar para la Iglesia y por representar los "santos de la mejor manera posible".
En su últimas etapas se centró cada vez más, en sus álbumes de dibujos, en que denunciaba la represión del rey contra los liberales, y en las series de estampas, La Tauromaquia y los Disparates, experimentando, además, con una técnica nueva, la litografía.
Los últimos años del decenio de 1810, entre 1815 y la nueva y grave enfermedad de Goya a fines del 1819, fueron testigo de un período de gran diversidad creativa. La vida artística y pública de Goya en España concluyó con el gran cuadro de altar de 'La última comunión de San José de Calasanz'.
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