MADRID.- Cocinar, mirar la tele, navegar por internet, ducharse con agua caliente y ejecutar todo tipo de tareas domésticas con la energía generada por una célula de combustible ya es una realidad para 2.000 hogares japoneses, dentro de un programa piloto organizado por la compañía Matsuhita (Panasonic). Así lo ha anunciado esta semana la prensa nipona, y lo ha recogido de inmediato la prensa internacional.
Esa tecnología, una de las más prometedoras energías alternativas, se basa en la generación de electricidad a partir de la reacción química que tiene lugar cuando el hidrógeno y el oxígeno se unen para formar agua (la denominada electrólisis invertida). Aparte de la ventaja que supone utilizar recursos prácticamente infinitos como los citados gases, esta modalidad emite un 30% menos de CO2 y óxido de nitrógeno por kilovatio producido respecto de las energías convencionales. ¿Y por qué todavía produce emisiones? Muy sencillo: porque como el hidrógeno no se encuentra disponible en estado natural –a diferencia del oxígeno, presente en el aire- hay que extraerlo del metano; y eso supone un gasto energético.
El dispositivo instalado en Japón se compone de tres aparatos: la célula propiamente dicha (del tamaño de una maleta pequeña); un extractor de hidrógeno (conectado a la red de gas natural); y una caldera de 200 litros de capacidad. El conjunto se coloca en la parte exterior de las viviendas, junto a la entrada. Sirve tanto para calentar agua como para generar electricidad. Asegura el fabricante, Matsuhita (Panasonic), que el chisme alcanza una eficiencia energética del 71%, un porcentaje formidable comparado con el 31% de una central térmica convencional.
Las familias japonesas escogidas forman parte de un ensayo piloto organizado por la compañía Matsuhita. De ir todo rodado, el año próximo ésta lanzará sus células de combustible al mercado.
¿Y cuánto le cuesta la experiencia al ciudadano eco-responsable? De acuerdo a los cálculos de Masanori Naruse, el cabeza de una de las familias participantes, el leasing por diez años del dispositivo le salió por 9.500 dólares (6.250 euros), incluido el servicio de mantenimiento. Con él piensa reducir su factura energética en unos 95 dólares mensuales (aproximadamente unos 62 euros). Hablando en plata, no parece un gran ahorro, aunque sí una contribución interesante a la lucha contra el cambio climático.
La gran pega de estos aparatos la pone su corta vida útil: el modelo ensayado en Japón funcionará como mucho unos tres años.
Leo también que el Gobierno japonés pretende que, en un plazo de dos años, el 4,5% de los hogares del país disponga de células de combustible. Con ese propósito las está subsidiando generosamente (aquí también el capitalismo 'verde' avanza a fuerza de subvenciones). Por su parte, Matsuhita confía en bajar a la mitad el precio de sus productos mediante economías de escala.
En un principio, las células de combustible tenían a los automóviles como destino principal. Pero de las cintas transportadoras de las fábricas van saliendo versiones concebidas para los aparatos más diversos: PC portátiles, teléfonos móviles e incluso faros. ¿Le ha llegado la hora a tan pregonada 'Era del Hidrógeno'? No lo veo nada claro. Todavía le resta por superar un gran escollo: abaratar la obtención del hidrógeno (una buena cantidad de proyectos trabaja en esa dirección). Sólo entonces se producirá el despegue definitivo de esta tecnología que aspira a jubilar al 'capitalismo del carbono'.
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