Estados Unidos vive una de las campañas electorales más imprevisibles y novedosas de su historia y España está a una semana de unos disputados comicios. Pero ninguna de esas dos convocatorias son suficientes para explicar la aparente falta de interés por las presidenciales rusas que el próximo domingo celebran la primera vuelta. Aunque la Comisión Central de Elecciones de Rusia asegura que, en esta ocasión, hay más medios extranjeros interesados en cubrir el evento que en el 2004 -más de 183 registrados-, hasta ahora la mayoría de los grandes periódicos y cadenas occidentales apenas han dedicado espacios importantes a unas elecciones en las que se decide nada menos que el relevo de Vladimir Putin.
Para muchos analistas, el motivo es que el voto del domingo deparará pocas sorpresas. El delfín de Putin, Dimitri Medvedev, tiene virtualmente asegurada la victoria en unas elecciones que los observadores internacionales han renunciado a supervisar en protesta a las trabas impuestas por el Gobierno ruso.
"El sistema electoral no es transparente. Y es totalmente predecible lo que va a ocurrir. En realidad, estos no son unos comicios porque no hay opciones reales", señala Edward Lucas, antiguo corresponsal en Moscú del semanario The Economist y autor del libro La Nueva Guerra Fría.
El pistoletazo de salida de estas elecciones no auguraba nada bueno. A principios de año, las autoridades electorales rusas descalificaron de la carrera al antiguo Primer Ministro Mijail Kasyanov alegando que el equipo de su campaña había falsificado miles de firmas de respaldo que necesitaba para registrar su candidatura.
Kasyanov, que perdió el favor de Putin en el 2004 y se había convertido en firme crítico del presidente, declaró que la prohibición respondía a una decisión política orquestada desde el Kremlin, por temor a unas elecciones abiertas y limpias. Otras figuras disidentes como Boris Nemtsov, antiguo viceprimer Ministro, y Garry Kasparov, el campeón mundial de ajedrez, también han sido excluidos de las listas de candidatos.
Este delicado escenario se complica por las expectativas de que Putin, que ahora cumple su segundo mandato y legalmente no puede ejercer un tercero, se postule como Primer Ministro de Medvedev si este gana las presidenciales. Medvedev, que en la actualidad es viceprimer Ministro además de presidente del monopolio estatal de gas, el gigante Gazprom, cuenta también con el respaldo de Rusia Unida, el mayor partido de seguidores de Putin que controla dos tercios de los escaños en el Parlamento ruso.
"La pregunta que se nos plantea el domingo no es tanto cuál será el resultado electoral", apunta Duncan Bartlett, corresponsal europeo de la BBC, "sino qué clase de Rusia veremos desarrollarse bajo el mandato de Medvedev", una figura que para muchos observadores sigue siendo un misterio ya que se ha mantenido al margen de la luz pública.
A primera vista, este abogado de 42 años arroja una imagen distinta a la de su mentor político y sus arquetípicos acólitos de la KGB. Aunque Medvedev procede del mismo clan de San Petersburgo que Putin, no tiene trayectoria en los servicios secretos y sí una considerable experiencia en el ámbito de la economía. "Sabe hablar en Davos. Viste trajes elegantes y es gran fan de Deep Purple, el grupo rockero de los setenta", apunta Andrew Wilson, analista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
"Pero no importa cuáles sean sus intenciones o sus creencias. Le resultará prácticamente imposible romper con las fuerzas que lo han creado", añade Wilson. "Aunque la política contemporánea rusa se describe habitualmente como una forma moderna de Zarismo, lo más probable es que se perpetúe el sistema autoritario que se ha desarrollado en la pasada década, por mucho que se produzcan cambios en el liderazgo".
¿Y las relaciones entre Rusia y Europa, marcadas por discrepancias en el ámbito energético, la declaración unilateral de independencia de Kosovo o el proyecto de escudo de misiles para centroeuropa? ¿Traeran estas elecciones un nuevo comienzo o cabe esperar más de lo mismo: un Putinismo sin Putin?
"Es muy probable que Medvedev intente mantener buenas relaciones con Europa en el terreno comercial y empresarial", dice Wilson, "pero seguirá siendo siervo de un sistema de poder que descansa sobre métodos oscuros, inaceptables para las verdaderas democracias".
Lucas se manifiesta "cautelosamente pesimista" y advierte que Europa debería desperezarse de su sueño con respecto a Rusia, porque mientras la UE dormitaba, el gigante ruso se ha estado afilando las uñas. "Nuestro primer error ha sido considerar a Rusia como un país normal. Y el segundo, haber enfocado la mirada hacia otros sitios en nuestra obsesión por la guerra contra el terror. Así que no hemos comprendido las implicaciones de la política y los pronunciamientos que se han venido haciendo desde el Kremlin".
Una de las principales amenazas procedentes de Rusia en su relación con Europa, según Lucas, es la seguridad energética porque Moscú intenta (y lo logra) llegar a acuerdos bilaterales con los países europeos sobre estas cuestiones en lugar de negociar de manera colectiva con la UE.
"Eso lleva a situaciones como la que vemos ahora con Alemania, un país que por su dependencia del gas ruso se ha convertido en el principal lobbista del Kremlin en el seno de la UE. ¿Dónde se ha visto que un país permita que su premier, poco antes de abandonar el cargo, avale un crédito para una empresa extranjera que le contrata nada más dejar el liderazgo del país? Eso es justo lo que pasó con el canciller alemán Gerhard Schroeder y Gazprom."
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