SEVILLA.- Hace casi 15 años que ningún AVE vuelve a posarse por estos lares. La Expo 92 cerró, luego llegó la crisis y con ella el progresivo abandono del parque de la Isla de la Cartuja, recinto reconvertido a parque tecnológico, de investigación y, con menor éxito, de atracciones. Sin embargo, el famoso apeadero, el punto más alejado de la red de Alta Velocidad Madrid-Sevilla, la primera de la historia de España, sigue aún condenado al olvido.
Lonas caídas, cristales de botellas rotos, pintadas, basura por todas partes... Así es hoy el lugar que dio la bienvenida a decenas de miles de turistas durante la Expo 92, nuestra Expo, la cita que descubrió Sevilla al mundo. Las razones, múltiples: desidia administrativa, conflicto de intereses y, ante todo, sobre todo, el abandono de 14 años sin mantenimiento alguno. La estación de tren, que aún hoy forma parte de la línea C-2 de cercanías de la capital andaluza (aunque ya no se utiliza), cuenta con dos vías de entrada en ancho español y de alta velocidad que mueren en sendas toperas. Por fuera, un enorme parking, sede en ocasiones de alguna carrera ilegal, sigue abierto a la espera que algún viajero despistado ocupe alguna de sus plazas.
Este apeadero formaba parte de un apéndice construido ex profeso para la muestra internacional (de hecho, se podría decir que era el que justificaba la construcción de nuestra primera línea de alta velocidad), y que unía el recinto de exposiciones con Córdoba y Madrid . Los sevillanos también podían llegar hasta él cogiendo uno de los muchos trenes de cercanías que salían desde la estación de Santa Justa. Así fue, al menos, entre el 15 de abril y el 12 de octubre de 1992. Más allá de estas fechas, la nada. La catenaria no tardó demasiado en desaparecer (es un bien preciado en nuestra red, y si no que pregunten en Cataluña por los ladrones del cobre...), aunque mucho antes lo hizo el mobiliario, los bancos, teleindicadores, controles de acceso... Sólo se salvaron de la quema carriles, puntos de iluminación, postes de catenaria y la preciosa a la par que sencilla estructura de la estación, levantada a base de enormes arcos cruzados recubiertos de lona blanca. Sin embargo, el azar de la meteorología y el paso de los años ha rasgado algunos sectores de tan preciada tela, y seguirán cayendo si nadie lo remedia.
Cierto es que Sevilla seguirá creciendo sin esta estación, pero es una pena que un emblema de nuestra red de alta velocidad tenga que morir de esta manera. Es más, resulta penoso que tan importante punto neurálgico de la Expo 92 acabe igual que la mayoría de edificios e infraestructuras de la muestra...