El Presidente de Yemen, Alí Abdulá Saleh, una delegación oficial yemení y un grupo de académicos han aterrizado en Madrid esta semana: una representación muy potente para este pequeño país de la Península Arábiga - el más pobre de todo el mundo árabe - que busca multiplicar los lazos económicos con España y la UE mientras ensaya fórmulas para combatir el terrorismo en su suelo, hogar ancestral de Osama Bin Laden.
El Presidente Saleh confía en que este tour europeo, que le ha traído por vez primera a Madrid desde su llegada al poder en 1978 y que continuará en Bruselas, sirva para impulsar las relaciones económicas entre la UE y Saná además de atraer la inversión española.
Las relaciones entre Yemen y España han evolucionado favorablemente desde el año 2006 cuando Madrid abrió embajada en Saná. Ambos países mantienen acuerdos de cooperación pesquera desde el 2004 e intercambios comerciales por un valor superior a los 32 millones de Euros. Pero sobre las expectativas del presidente Salé se ciernen algunas sombras, entre ellas, los recientes golpes que el terrorismo ha asestado al prometedor sector turístico de Yemen.
Difícil olvidar el atentado con coche bomba en julio que costó la vida a siete turistas españoles en la provincia de Mareb, al este de la capital yemení. Y la semana pasada dos visitantes belgas, su conductor y un guía resultaron muertos en Hadhramout cuando el convoy en el que viajaban fue atacado por un grupo armado .
"Sentimos terriblemente lo ocurrido y esperamos que no vuelva a suceder. Pero hoy en día no hay lugar, ni país, ni nacionalidad que esté a salvo. Ya hemos visto que los terroristas golpean en todos sitios, en Madrid, en Londres, en Nueva York", dice a modo de explicación el historiador Hussein Al-Amri, antiguo ministro yemení de Agricultura y ex embajador en Londres.
Yemen, que después del 11-S se unió a la lucha contra el terror encabezada por Estados Unidos, ha sido frecuente escenario de ataques perpetrados por islamistas radicales. En la actualidad, decenas de militantes de al-Qaeda sirven penas de prisión en las cárceles yemeníes por su cooperación en atentados contra objetivos occidentales y enfrentamientos con las autoridades.
Pero en el pasado, el país ha tenido una relación más ambigua con los yihadistas. A finales de los ochenta, Yemen acogió a miles de veteranos árabes que regresaban de la guerra contra los Soviets en Afganistán, mientras países vecinos como Arabia Saudí buscaban fórmulas alternativas para lidiar con esos combatientes.
Al-Amri, que visita Madrid invitado por Casa Arabe, coincide con las autoridades yemeníes en señalar que el Gobierno ha logrado capturar a numerosos islamistas radicales en una estrategia de evidente éxito. "Hemos arrestado a muchos; hemos extraditado a decenas de egipcios y argelinos y de algunas otras nacionalidades, y mantenemos a bastantes ciudadanos de Yemen en prisión" dice. "Pero es más difícil controlar incidentes aislados, como el de los turistas belgas".
Pese a los esfuerzos de Saleh, Estados Unidos es crítico con la política antiterrorista de Yemen porque cree que el Gobierno ofrece ayuda a los activistas, e incluso los libera, a cambio de información y del compromiso de no atentar en territorio yemení. En palabras de Murad Abdul Wahed Zafir, analista político del Instituto Democrático Nacional de Sana, "Yemen es como una estación de autobuses: detenemos a algunos terroristas; y enviamos a otros a que luchen en otros lugares" .
El ministro del Interior de Yemen, Rashad Mohamed, en declaraciones a medios extranjeros, ha defendido la política de Yemen al señalar: "Nuestra estrategia es luchar contra el terror; pero necesitamos espacio y utilizar nuestras propias tácticas. Nuestros amigos tienen que entender eso". Y Al-Amri, por su parte, descalifica las críticas de Washington calificándolas de "propaganda norteamericana".
Pero más allá de cómo se evalúen las tácticas del Gobierno, las autoridades admiten que una generación de jóvenes yemeníes, algunos de ellos ex combatientes en Irak, se está radicalizando, se niega al diálogo y considera al actual Gobierno ilegítimo.
Al-Amri señala también que el Gabinete de Salé se enfrenta al desafío del más de un millón de ciudadanos yemeníes que regresaron al país en 1991 después de la Guerra del Golfo procedentes de Arabia Saudí y otros países vecinos. "Actualmente, esos retornados son una carga para el Gobierno porque cuando volvieron no tenían hogar, ni trabajo, ni acceso a la educación. Muchos de ellos se involucran en actividades delictivas e incluso terroristas. Se marchan a Afganistán, a Arabia Saudí, y si tienen oportunidad, a América. Hacen lo que haga falta para sobrevivir", afirma.
En lo que todos coinciden es en que la situación de Yemen requiere medidas urgentes. Las reservas petrolíferas del país están disminuyendo (de 500 barriles a unos 350 barriles diarios), la tasa de paro alcanza el 16,5% y la renta per capita es de poco más de 600 Euros, según datos del 2006 del Fondo Monetario Internacional (FMI).
"La renta de nuestros vecinos del Golfo está entre 1500 y 1700 dólares -el contraste es enorme. Además nuestra población crece al ritmo explosivo de 3.8%; ya somos 22 millones", señala Al-Amri. "Necesitamos apoyo político y económico".
La gran esperanza yemení está en el gas, ya que el país tiene importantes reservas de ese combustible cifradas en casi medio millón de metros cúbicos. Del futuro de ese sector junto con la agricultura y el turismo depende el destino de una nación que podría correr el riesgo de desembocar en una crisis que lo llevase a ser estado fallido. Un país de tribus, terrerno montañoso y con acceso a vastos arsenales de armas, un perfil similar al de Afganistán.
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