Qué difícil es volver a ser salvaje

MADRID.-  Resulta muy duro volver a la 'selva' después de haberse criado en la civilización. No hay más que fijarse en la suerte de los animales que retornan a su hábitat original, tras pasar su vida en centros de reproducción. Apenas uno de cada tres carnívoros nacidos en cautividad logra sobrevivir en su medio natural. Le ocurrió a los lobos reintroducidos en las Tierras Altas escocesas, a los tamarindos leonados devueltos a la foresta brasileña, a los milanos reales liberados en campos ingleses. Lo documenta un estudio de la Universidad de Exeter (Reino Unido), publicado en 'Biological Conservation'.

No se piense que ha sido Madre Natura la encargada de frustrar la reinserción de sus hijos extraviados. En absoluto; detrás de la mitad de las muertes se encuentra la mano del hombre (atropellos y cacerías destacan entre las causas más frecuentes). La otra mitad se debió a la elevada propensión de los carnívoros reintroducidos a padecer hambre y enfermedades, y a su dificultad para formar grupos sociales.

Pero también interviene otro factor: la falta de las destrezas indispensables para sobrevivir bajo la ley de la jungla. La carencia de habilidades de caza figura entre los principales hándicaps de las criaturas nacidas en cautiverio. Más grave aún es su falta de miedo a los seres humanos, producto del contacto íntimo con sus criadores; en el medio natural, la confianza en el mayor de los depredores tiene consecuencias letales.

«Hay números más alarmantes», me comenta Eduardo Roldán, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC. «En Cataluña se criaron y soltaron gatos silvestres y los resultados fueron catastróficos: casi ninguno logró sobrevivir».

Estos datos proyectan una sombra oscura sobre la política de reintroducción de especies en peligro de extinción. Como es sabido, esta estrategia intenta evitar que algunos integrantes de la fauna vayan a parar al museo de los animales desaparecidos, mediante programas de cría en cautividad y posterior liberación en su medio originario. Desgraciadamente, ese entorno suele encontrarse radicalmente modificado por la acción humana. Ni la sabana ni la selva ni los humedales son lo que eran.

No se puede negar que ha habido experiencias halagüeñas, como lo demuestra el caso del oryx, el gran antílope que ha vuelto a poblar los desiertos de Arabia Saudí. Pero en general los resultados obtenidos dejan mucho que desear. «Apenas un diez por ciento de los animales reintroducidos se desenvuelve con éxito», apunta Roldán.

Desde la perspectiva española, los resultados del estudio británico me hacen reflexionar sobre la viabilidad del programa «estrella» de reintroducción de especies autóctonas en peligro de extinción, que tiene al lince ibérico por protagonista. Si se cumple el calendario de cría en cautividad, a partir de 2010 se comenzarán a soltar los primeros linces en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. ¿Cómo podemos evitar que corran un destino similar al de las especies citadas arriba?, le pregunto al investigador del Museo de Ciencias Naturales, implicado en dicho programa.

«Resulta indispensable una preparación del animal, del medio ambiente y de sus pobladores», me contesta. No se puede soltar a los carnívoros sin más; se debe restaurar su hábitat en la medida de lo posible, reduciendo las potenciales fuentes de peligro, «no sea que nos pase como en Senegal, donde las gacelas reintroducidas han visto cómo sus crías eran devoradas por los zorros», apunta Roldán, quien, de todos modos, se muestra convencido de que «debemos seguir intentándolo, aunque el éxito sea muy bajo».