Elevada por Pakistán y el mundo a símbolo de modernidad y democracia, Benazir Bhutto pasó de disfrutar de una imagen tan halagadora a sumergirse en una larga batalla por cargos de corrupción y mala gestión. Un personaje de luces y sombras que ha mantenido esa ambivalencia hasta su muerte.
Nacida en el seno de una familia de terratenientes feudales, Benazir tuvo una infancia privilegiada dentro de una de las dinastías políticas más famosas del mundo: los Bhutto de Pakistán. De su padre, Zulfikar Ali Bhutto, primer ministro a principios de la década de los setenta y cabeza de uno de los pocos gobiernos del país no controlado por los militares, Benazir heredó su elevado perfil público y su credibilidad.
Aunque tras recibir educación occidental en las Universidades de Harvard y Oxford era reacia a convertirse a la política, su vocación creció tras la destitución de su padre -en un golpe no sangriento encabezado por el general Muhammed Zia- y su ejecución en 1979.
Benazir se sumergió entonces en una lucha por restaurar la democracia, fue detenida en mútiples ocasiones, y pasó seis años entre la cárcel y el arresto domiciliario por su dedicación al partido opositor PPP (Partido Popular de Paquistán) y por su estrategia de movilizaciones populares en contra de Zia. Su activismo la llevó a acabar incomunicada en una celda de la provincia de Sindh, una experiencia traumática que describió en su libro 'Daughter of Destiny' (Hija del destino).
Tras la muerte del general Zia en un misterioso accidente de avión, Benazir ganó las elecciones de 1988 y se convirtió a los 35 años en la primera mujer jefe de Estado de un país musulmán. Joven y glamourosa, se presentó con gran éxito como opción renovadora frente a las alternativas del poder establecido, de aplastante dominio masculino.
La popularidad internacional de Benazir hizo que, durante su primer mandato, mejorasen las relaciones de Pakistan con múltiples países. Su signo moderado en política exterior determinó la mejora de la imagen de Pakistán alrededor del mundo. Pero dentro del país, tanto ella como su partido recibían constantes acusaciones de despotismo, ineficacia y corrupción, unas acusaciones que también la persiguieron durante su segundo mandato al frente del país entre 1993 y 1996.
Observadores cercanos a Benazir señalan que durante ambos periodos, su marido, el ambicioso terrateniente Asif Zardari, tuvo un papel crucial en la pérdida de popularidad de la primera dama de Paquistán. Durante su cargo como Ministro de Inversiones -entre otros puestos que desempeño en las administraciones encabezadas por su esposa,- Zardari fue acusado de aceptar sobornos, de embolsarse dinero derivado de contratos gubernamentales e incluso de ser responsable de "matanzas extrajudiciales" en Karachi, donde diversos rivales de Benazir murieron a manos de la Policía.
Tanto Zardari como Benazir negaron siempre todos estos cargos y ninguna de las acusaciones llegó a ser judicialmente probada. Pese a ello, perseguida por las constantes investigaciones de los casos de corrupción abiertos en su contra, Benazir se exilió en 1999 y vivió en Dubai, Emiratos Arabes Unidos y Londres antes de regresar a Pakistán en octubre de este año, amparada por una amnistía que concedió el Presidente Pervez Musharraf.
Según algunos analistas, el régimen militar paquistaní consideraba a Benazir una aliada natural contra los extremistas religiosos del país, una alianza que las potencias occidentales veían con agrado porque esperaban que sirviera para legitimar el controvertido papel del General Musharraf en la guerra contra el terror. Otros observadores señalan que las fuerzas democráticas de Pakistán interpretaron las conversaciones 'secretas' de Benazir con la cúpula militar paquistaní como una traición que abrió sospechas irreparables.
Lo cierto es que la ex premier se había convertido en una seria contendiente al liderazgo del país . La amenaza de su protagonismo se hizo notar el mismo día de su regreso a Pakistán, cuando la comitiva que la acompañaba sufrió una serie de atentados en que perdieron la vida más de un centenar de personas.
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