MANIZALES (COLOMBIA).- Entre los cafetales de las empinadas montañas de los Andes colombianos, pueden observarse retazos de bosquecillos frondosos de un bambú gigante. Las propiedades estructurales de este material natural y renovable, la Guadua angustifolia, son comparables a las del acero o las de algunas fibras de alta tecnología, por lo que resulta idóneo para construcciones sismorresistentes.
Las casas construidas en guadua bailan al ritmo de la tierra. En el terremoto que asoló la región del Eje Cafetero colombiano en 1999, la importancia de este material se hizo patente. Y en la reconstrucción de la zona, diversas investigaciones prácticas se centraron en fomentar su uso como material de construcción. Las posibilidades de diseño se ampliaron y ha surgido con fuerza una corriente arquitectónica que no sólo construye casas, sino también peajes de carretera, puentes, pasos elevados...
La guadua forma parte de la familia de las gramíneas y es una especie nativa de América Latina, concretamente de Colombia, Ecuador y Venezuela. Las plantas de este bambú gigante alcanzan los 20 metros de altura y unos diámetros de hasta 25 cm.
Su uso es tan antiguo que en Ecuador se han encontrado restos de construcciones de 9.500 años de antigüedad. Los incas la utilizaron habitualmente para objetos cotidianos como flautas y marimbas, pero también en la construcción de impresionantes puentes colgantes de diseños avanzados.
En la región centro occidental de Colombia, se desarrolló en el siglo XIX una técnica constructiva autóctona basada en el uso de la guadua. Se trata del Bahareque, que integra columnas, con marcos de madera y trenzados, y que permitió la construcción de estructuras completas de guadua con paredes, suelo y techo, muy adaptables a la topografía del terreno y, sobre todo, flexibles. Imprescindible en un área con tanta actividad sísmica.
Por desgracia, en el siglo XX, la guadua comenzó a verse de forma despectiva como «madera de pobres». Pues se convirtió en un material común de los asentamientos de las principales ciudades del país. Se había generalizado la idea de que la guadua debía limitarse únicamente a viviendas de tipo popular, ignorándose los abundantes testimonios de uso del bambú para construir y contrarrestar los sismos que sacudían la región cafetera.
Sin embargo, el terremoto de 1999 dejó al descubierto la necesidad de volver a utilizar materiales sismorresistentes locales que ofreciesen a los damnificados la posibilidad de construir en un tiempo récord viviendas seguras, permanentes y económicas. Por eso, la guadua fue la base de diversos proyectos de vivienda de interés social promovidos en la reconstrucción del Eje Cafetero. Una vivienda de 74 m2 no costaba más de 5.000 dólares y se entregaba en el tiempo récord de ocho meses.
Ahora la construcción con guadua experimenta un auténtico 'boom', como cuenta Rubén, alias 'Veneno'. Después de haberse dedicado a un sinfín de oficios, aprendió el uso de este material en la reconstrucción de su pueblo Quebradanegra, Quindío, y ahora es uno de los constructores más destacados de la región. "Falta información para que la gente sencilla acceda a este tipo de construcciones", afirma.
Este material es también cada vez más aceptado internacionalmente, como demuestra el trabajo de Simón Vélez, arquitecto de la región que fue autor del impresionante pabellón construido para la Feria Expo Hannover 2000 en Alemania, además de otras construcciones espectaculares, como la desaparecida catedral de Pereira.
Ahora sólo falta romper los prejuicios que han marginado su uso y se tomen medidas para su protección ya que, en Colombia y otros países de la región, la guadua ha sido sometida a grandes presiones deforestadoras; de extensas áreas existentes se ha reducido a pequeñas manchas boscosas en las orillas de los ríos, en los bosques húmedos de las laderas de montaña y entre parcelas de cafetales.
La guadua es un recurso natural, renovable y de rápido crecimiento, que puede contribuir con eficacia a las economías rurales de los países de Latinoamérica además de a la conservación del suelo, el control de la erosión, la regulación del caudal hídrico y la captación de CO2. Una vez más la solución más sostenible nos la da la naturaleza.
La producción de la guadua es todo un arte dentro del ámbito de la silvicultura. Debe permitir la renovación de los individuos y que haya una distancia suficiente entre ellos. La creencia popular dice que el corte de los tallos debe hacerse al amanecer entre las 3 y las 5 de la mañana y con la luna en fase menguante. ¿Por qué? "Es que os creías que Dios hizo la luna por bonita nada más", nos responde un agricultor local.
Lo cierto es que, científicamente, se ha demostrado que este método permite que los tallos tengan menor contenido de humedad y menores concentraciones de carbohidratos y, por lo tanto, sean más resistentes a los ataques de insectos y hongos.
*Piedad Martín está licenciada en Ciencias Ambientales y trabaja en la oficina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Colombia.
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