No quería dejar pasar la oportunidad de despedirme de Soitu, que durante todos estos meses, me ha dado la oportunidad de martirizar con mis escritos a un mayor número de personas que las que hubiera podido alcanzar por mis propios medios.
Siempre me gustó escribir. Recuerdo así cómo cuando apenas tenía diez años, me llevé un premio a la mejor redacción de la clase, concedido por mi profesora de lenguaje. Aquel premio, carente de valor a todos los efectos, para mí significó en aquel momento como si hubiera recibido el Premio Cervantes; tal es la inocencia de un niño. A veces quisiera recuperar, aunque sólo fuera en parte, la naturalidad e ingenuidad de ese niño. Seguro que me ayudaría a darle mayor frescura y sinceridad a todo lo que escribo. Los prejuicios y complejos que todos tenemos condicionan nuestro pensamiento, que a fin de cuentas, es lo que plasmamos cada vez que escribimos. O al menos, cuando escribimos sobre algo más o menos serio.
Llevaba sin embargo un tiempo escribiendo apenas nada. Un comentario sobre lo que me viniera en gana, y que mandaba a mis fieles sufridores, que durante largo tiempo, han aguantado así mis delirios de escritor frustrado. No sé si fue con el fin de que su sufrimiento fuera compartido por más gente, pero lo cierto es que un buen día, uno de esos impagables amigos, me sugirió la posibilidad de dirigir mis textos a un público mucho mayor. Me habló concretamente de Soitu y después de ver de qué iba el tema, estuve sin embargo durante un tiempo pensando si arriesgarme y saltar al ruedo, o quedarme refugiado tras las barreras.
Al final me decidí a colgar mi primer artículo. Recuerdo que fue algo sobre fútbol, algo en definitiva sencillo. No logré alcanzar la portada, que sin embargo llegó con el segundo de mis artículos. Aquello para mí fue equiparable a aquel premio de redacción que comentaba al inicio.
Por eso, hoy, después tantos artículos escritos, cuando he conocido la noticia del cierre de Soitu, no he podido sino sentir una gran tristeza porque es como si me hubiera quedado en parte huérfano. Porque al final, todos éramos y formábamos parte de Soitu, no sólo los que trabajaban directamente en la web, sino también los escribíamos, o los que nos leían y escribían sus comentarios, que muchas veces te marcaban el camino a seguir en tus siguientes escritos.
La decepción de ver morir algo que has creado y visto crecer es siempre enorme, pero estoy convencido que la gente de Soitu tendrá nuevos proyectos en mente que acometer y que les devolverán la ilusión. Ojalá podamos participar de nuevo de ellos.
Yo por mi parte no puedo sino agradecerles que me hayan devuelto la sensación de felicidad de aquel niño de apenas diez años.
Hasta siempre Soitu.
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