La despedida de Thomas Bernhard, Ralph del Valle, de soitu.es
Pierdo el tiempo del trayecto al trabajo en tranvía mirando las hojas de los árboles. No pienso en nada concreto. Son las 9 de la mañana y me encamino a mi trabajo en la oficina. Una oficina que mira al Spree, con grandes ventanas y aires de libertad. Un lugar al que me gusta acudir a trabajar.
Siempre me han gustado los lugares abiertos, donde circula el aire, donde se mueven las personas y no sólo los números.
Quizá durante el viaje no pienso en nada, porque cuando salgo a comer a las 13,30 sí estoy pensando en algo. En la voladura controlada de Soitu, el periódico online de información que, en cierta manera, formaba parte de mí y yo de él. No sólo porque tengan una foto mía en un índice de corresponsales urbanos: también porque recuerdo esos meses sin trabajo en los que me esforzaba a obligarme a someter la rutina a un ritual de crear un artículo, que a veces destacaban en portada y a veces no. Eso era lo de menos, me decía.
Sigue siendo lo de menos, ahora.
No voy a escribir con corrección. No voy a revisar las frases. No voy a buscar la mejor forma de contar esta historia. Esta historia se cuenta sola.
Aterricé en Soitu en Marzo de 2008, como casi todos, siguiendo la estela de Javier Pérez de Albéniz, alias El Descodificador, el responsable del blog de televisión de ElMundo.es al que trataron de ponerle una mordaza en la boca y que cogió la mordaza y se la introdujo de palabra por el ojal al hombrecillo que dirige el panfleto. Su estilo claro, directo y brutal entroncaban con una manera mía de contar las cosas que saco de paseo de vez en cuando y que alineo bajo el alias de Thomas Bernhard. Por eso le seguí, y aterricé en Soitu. Un lugar en construcción, con muchas ganas de contar cosas y abierto a la participación. Tomé un artículo que había escrito para 20minutos y que nunca llegó a ninguna parte: lo subí y me lo seleccionaron para estar en la portada. Inmediatamente. Con algunas loas privadas que me hicieron sonreír, y pensé, estoy en el sitio adecuado.
Observé un lugar lleno de gente joven, nativos digitales, interdisciplinares, abiertos, creativos.
Subí artículos, entré a formar parte de los corresponsales urbanos, propuse temas, ascendieron a portada, aparecía mi nombre real. Otros se quedaron por el camino. Tampoco importa ya. Como los buenos amigos, Soitu y yo hemos tenido discrepancias. Yo sólo soy un hombre grave. Una persona que ve manos negras detrás de las acciones políticas, un ser incapacitado para el optimismo social, un tipo que cuando le preguntan si ve el vaso medio lleno o medio vacío, siempre entona un discurso en el cual afirma que mientras que el optimista, al verlo medio lleno, no se preocupa de ir a por otro vaso, mientras que el pesimista se encarga de ir a pedir otro, por lo que al final el pesimista es el que tiene un vaso entero para beber mientras que el optimista se queda sin bebida. Soy un hombre que fuma en pipa, de humor ácido, de espíritu reflexivo y francotirador. Sí es cierto que a menudo pensé que mi forma de escribir, las historias que cuento, cada vez encajaban menos con el espíritu festivo y despreocupado de Soitu. Quizá eso, junto a problemas personales y cambios laborales, me retractaron de escribir a menudo en Soitu. De preocuparme de proponer temas. De buscar vistazos que no supusieran una sugerencia de apocalipsis. Tampoco importa ya: ellos crecían, y yo me alegraba por ellos. Sí pensaba, y lo sigo pensando, que Soitu quizá debería conjuntar mejor la profundidad y la ligereza, el ocio y la reflexión.
Sigo hablando en presente. Ya no hay posibilidad de conjuntar nada.
Crecieron rápido, se ampliaron rápido, ahora desaparecen rápido. La supernova ha explotado. En noches como la de hoy, sentado ante el ordenador con el que escribía las crónicas que les mandaba, es fácil decir, esto debería haber sido así, deberían haber tirado más por aquí. El deporte nacional español de enmendar la plana a posteriori a aquellos que tomaron las decisiones que parecían acertadas. Tampoco importa ya.
Hoy fenece, por los motivos que sean, y ayudados por la gran mano al cuello de BBVA, su accionista y socio de capital, un medio de información que, con sus imperfecciones humanas, contribuyó a ampliar el horizonte de lo que un medio de comunicación del siglo XXI debía ser: abierto, transversal, con participación e integrando las nuevas tecnologías y las nuevas formas de relación entre periodista y lector; adiós al monólogo, brazos abiertos al diálogo.
Mientras ellos se disuelven, los medios tradicionales todavía se preguntan si tienen que cobrar por sus obsoletos contenidos. No han entendido nada de todo lo que ha pasado en España en estos últimos 22 meses. Mejor así: su agarrotada obsolescencia hará que nazca otro Soitu, bajo otro nombre, espero que con más éxito en la aventura.
Y espero estar ahí, aportando mis profundidades que a nadie le interesan en estos tiempos de liviandad.
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