El tiempo, esa sucesión de hechos que va irreversiblemente del pasado hacia el futuro, elimina rápidamente los recuerdos personales de todo hijo de vecino como si de una goma mágica se tratase. Sin embargo, cuando el maldito parné anda por medio, siempre aparecen elementos que nos hacen recordar de nuevo a ese mito desaparecido que aún puede generar negocio incluso después de muerto. Ahora le toca el turno a Heath Ledger.
Apenas hace un año que abandonó este valle de lágrimas tras ingerir el veneno de la desesperación enfundado letalmente en pastillas de diferentes colores, y su nombre retorna de nuevo a la palestra mediática. Si su defunción sirvió de aliciente para la concesión de un merecido Óscar póstumo, el supuesto éxito que se barruntaba con The Imaginarium of Doctor Parnassus -film que rodaba cuando se citó inesperadamente con San Pedro- ha quedado en agua de borrajas pues al parecer aún no ha encontrado comprador en EE.UU. Las distribuidoras temen que sea un proyecto demasiado experimental y se convierta en un fracaso, por mucho que Jude Law, Colin Farrell y Johnny Deep se hayan embarcado en el proyecto.
Quizá para compensar este último revés saldrán a la luz pública dos vídeos musicales que Ledger dirigió meses antes de su óbito. Uno es un vídeo de animación para la canción King Rat, del grupo de rock estadounidense Modest Mouse. Dicha canción es una bonus track del disco We Were Dead Before the Ship Even Sank, su último trabajo hasta la fecha. Los dibujos del vídeo son obra de Daniel Auber, miembro del colectivo artístico The Massive, al que por cierto también pertenecía Heath Ledger.
El otro videoclip es el que acompaña a la versión del tema de David Bowie Quicksand que realizó la cantante australiana Grace Woodroofe en su álbum debut junto a Ben Harper. Ambos vídeos se esperan que vean la luz antes de que termine el año, seguramente en fechas cercanas a la Navidad, donde el consumo hace décadas que ganó la partida a la religiosidad de determinados días festivos.
Quicksand de Bowie
Serán entonces momentos en los que el malogrado actor vuelva a generar beneficios y, como sucede en muchas ocasiones -ojalá me equivoque-, la calidad del producto expuesto no será nada del otro mundo, convirtiendo en rentable e incluso valorado una creación que igual en vida no hubiera pasado de mera anécdota artística.
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