Pues sí. Parece que otra vez los iconos televisivos de nuestra infancia llaman de nuevo a la puerta para ver si nos estiramos un poquito, aunque sea con una audiencia mínima, a modo de limosna sentimental que sirva para mantener durante unos meses en pantalla las nuevas aventuras de la pandi. Algo que ya intentaron Turno de Oficio, o incluso Curro Jiménez, que no convencieron como la versión original, sobre todo ésta última, convertida en una especie de aburrido western crepuscular con las sierras andaluzas de fondo.
Aún no se han secado los charcos que millones de españoles formaron cuando el añorado marinero picó el billete con rumbo a otros mares y Televisión Española ya está preparando una segunda parte sobre los que se quedaron en tierra. Esta vez Antonio Mercero tan sólo colaborará como asesor de su propia creación.
Parece ser que la idea es una serie sobre los protagonistas, veintiocho años después, donde los pantalones cortos, los prietos polos de Javi con el lacoste estirado como una lagartija- o los bañadores turbo de Quique quizá tornen en camisas de diseño, estética metrosexual o tangas paqueteros. Dependerá del futuro con que les vayan a obsequiar a los antaño infantes.
El problema es que no sé si a la audiencia le interesarán las nuevas aventuras de Tito y Piraña, que a saber en lo que se han convertido, de Julia y sus cuadros, si se mantiene la rivalidad de Javi y Pancho por Bea, o de los dos cracks de la serie, Quique y Desi, que estaban ahí, pero que no aportaban nada. Una con el rol de fea y el otro sin rol creo yo. Difícil será asociar a los actores que den vida a la chupipandi con los originales, con sus voces y caretos tatuados a fuego en algún recoveco de nuestra memoria. Entre otras cosas porque los problemas de juventud de la pandilla, en los que nos veíamos absolutamente reflejados cualquiera de aquella yenereision, no tendrán nada que ver con los problemas actuales, que serán seguramente como los que el resto de mortales tiene, solo que sin el encanto y emoción de una época en la que prácticamente se está descubriendo lo que es la vida.
A ver si son capaces de mejorar episodios como el del novio guaperas de Bea al que putean en el cine, o el mítico de Bruno con el Ballet Zoom moviendo el esqueleto a su vera, a la verita suya, mientras cantaba Soy como tú, o el episodio de miedo en casa del señor Masib, aquel mago que le pegaba al vaso y que vivía en un destartalado caserón en el que no entraría ni una cuadrilla de ocupas.
En fin, estamos en época de reposiciones televisivas, una época en la que se intenta limpiar el polvo de añejas producciones exitosas para intentar ponerlas al día y de paso, si es posible, repetir el éxito de entonces. Veremos si lo consiguen.
De momento yo me quedo con Chanquete Resurrection, un pequeño libro de humor sobre la pandilla de marras veinticinco años después, donde los lazos fraternales no eran tan fuertes como parecían y el viejo marinero tiene que volver para dejar las cosas claras. Por lo menos para echar unas risas no está nada mal.
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