El norteamericano Michael Phelps se ha propuesto para estos Juegos Olímpicos el reto de superar los siete oros logrados por Mark Spitz en los Juegos de Munich. Para seguir la senda de Spitz, Phelps debió de pensar que el primer paso era asemejarse físicamente, por lo que se ha dejado ver por Pekín en los días previos a la competición con un bigote similar al que portaba el mítico nadador norteamericano en aquellos Juegos. La presencia del bigote en la anatomía de Phelps ha supuesto una sorpresa en estos tiempos en que el otrora complemento varonil por excelencia está de capa caída, y más en los nadadores, que se afeitan hasta el último minúsculo vello de su musculado cuerpo en aras de la hidrodinámica. Finalmente, a la hora de la verdad, Phelps se ha presentado con su rostro completamente rasurado, seguramente con el objetivo de vencer la resistencia al agua, aunque también es posible que quiera distanciarse durante la competición de la agigantada figura de Spitz. Aunque Phelps haya decidido afeitarse, son muchos los campeones olímpicos que a lo largo de la historia han triunfado portando bigotes de lo más variopinto: poblados mostachos, finos bigotitos, acompañados de perilla Veamos unos cuantos ejemplos de grandes campeones por riguroso orden cronológico, para poder observar los cambios que ha sufrido el bigote a lo largo de la historia según ha marcado la moda imperante en cada época. Todos ellos forman parte del selecto club de los 'Campeones Olímpicos Bigotudos', al que Phelps ya no podrá integrarse.
Alain Mimoun (Francia)
El fondista francés de origen argelino lucía, acorde con los tiempos, un bigotito tipo Clark Gable. Minoum vio truncado su sueño de ser campeón olímpico durante dos Olimpiadas consecutivas. En Londres 1948 se tuvo que conformar con la plata en los 10.000 metros por detrás de Emil Zátopek. Cuatro años después en Helsinki, de nuevo el atleta checo se cruzaba en su camino y le arrebataba los títulos de 10.000 y 5.000. Para los Juegos de 1956 a disputar en Melbourne, Mimoun, con 35 años, se preparó para el Maratón y en un día de calor asfixiante consiguió por fin el ansiado oro. Su eterno rival, Zátopek, que había sufrido una reciente operación de hernia, fue sexto.
Mark Spitz (EEUU)
El hombre del record. El espejo en que Phelps se mira. Spitz lució su poblado mostacho durante los Juegos de Munich, donde consiguió la friolera de siete medallas de oro, record histórico hasta el momento. Eran otros tiempos. El culto a la hidrodinámica no había alcanzado las cotas actuales y un inofensivo bigote no se consideraba decisivo. Cuatro años antes ya había logrado cuatro preseas en México (dos oros, una plata y un bronce).
Frank Shorter (EEUU)
Otro bigotudo maratoniano como el citado Minoum-, aunque el de Shorter más poblado, tipo Spitz, a la moda setentera. Shorter ganó la maratón de Munich 72 y fue quinto en los 10.000. En Montreal 76, el norteamericano se tuvo que conformar con la plata por detrás del alemán Cierpinski, que aunque no ostentaba bigote, exhibía unas patillas que merecerían un artículo aparte.
John Naber (EEUU)
No es Spitz el único nadador bigotudo con importantes logros olímpicos. Cuatro años después, su compatriota John Naber lució un notorio bigote en Montreal para conseguir cuatro oros -100 y 200 espalda, 4x100 estilos y 4x200 libres, batiendo además el record del mundo en las cuatro disciplinas- y una plata.
Daley Thompson (Reino Unido)
Famoso también el gran bigote de uno de los grandes decathletas de la historia. El carismático y extrovertido atleta británico ganó el Decathlon en las Olimpiadas de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984 y logró batir en cuatro ocasiones el record del mundo de la especialidad.
Alberto Cova (Italia)
El fondista italiano ganó la prueba de 10.000 metros en Los Ángeles 1984. Un año antes había vencido en el Mundial disputado en Helsinki, en uno de los finales más disputados que se recuerdan en un 10.000, gracias a su gran velocidad final y quizá, quien sabe, al poder de su visible bigote.
Arvydas Sabonis (Unión Soviética)
Sabonis ganó el oro en Seul 88 con su típico bigote rubio. En aquella selección soviética de los ochenta, el complemento piloso era poco menos que obligatorio. Otros compañeros como Sokk, Homicius, Kurtinaitis, Marciulonis o Pankrashin también lo lucían con orgullo. Lástima que el mítico Tachenco no acudiera a dicha competición, porque su ostentoso e histórico mostacho se quedó sin título olímpico.
Michael Johnson (EEUU)
Llegamos a los 90 y los bigotes decrecen. No sólo en número, sino también en cantidad de vello. Los poblados labios superiores de los 70 y 80 dan lugar a bigotes discretos y cuidadosamente recortados como el de Michael Jonson, uno de los mejores atletas de la historia, que atesoró cuatro medallas de oro olímpicas a lo largo de la carrera. En Barcelona 1992 ganó el relevo 4x400 y en Atlanta 1996 hizo el doblete de 200 y 400, pulverizando el record mundial del doble hectómetro para situarlo en unos inalcanzables 19.32. Por último, en Sydney 2000 se llevó el oro en los 400 metros y en 4x400, pero esta última medalla le ha sido retirada recientemente por reconocimiento de dopaje de uno de los componentes del relevo.
Iván Pedroso (Cuba)
Tras su cuarto puesto en Barcelona 92 y perderse por lesión los Juegos de Atlanta, el saltador de longitud cubano se hizo con la medalla de oro en Sydney 2000, donde exhibía un cuidado y fino bigotillo acompañado de perilla.
Haile Gebreselassie (Etiopía)
El bigote del magnífico atleta etíope dista mucho de los de Spitz o Thompson. Se trata de una fina línea de vello similar a las de Johnson o Pedroso. Dos oros olímpicos jalonan su historial, ambos en los 10.000, en los Juegos de Atlanta 1996 y Sydney 2000.