Dos peces planos fósiles de hace 50 millones de años echan por tierra un viejo argumento contra la evolución darwiniana.
Los peces planos (rodaballos, lenguados, platijas) han sido utilizados como argumento contra la evolución gradual por selección natural; argumento esgrimido tanto por los creacionistas como por quienes defienden una evolución a base de grandes saltos y monstruos afortunados.
Estos peces, llamados pleuronectiformes, nadan recostados sobre uno de los lados de su cuerpo. En lugar de quedar con un ojo mirando hacia arriba y otro hacia el fondo (como ocurre si tumbamos a una sardina), sufren una suerte de metamorfosis durante la cual se remodelan los huesos del cráneo. El ojo inferior migra entonces hasta situarse en una posición más privilegiada, junto a su compañero. Esta transformación tiene lugar durante el desarrollo larvario, después de salir del huevo.
Supuestamente tendríamos un problema si queremos explicar la evolución de estos peculiares peces como una adaptación producida por la selección natural. Por supuesto, los antepasados remotos del lenguado serían peces típicos, con un ojo a cada lado del cuerpo. A medida que el linaje se adapta a un estilo de natación horizontal (quizá como método de emboscada), el ojo iría desplazándose cada vez más. Primero habría peces con el ojo situado más cerca del lomo, después, en sus descendientes, el ojo ya quedaría en posición casi lateral, y finalmente se "daría la vuelta". Llegaríamos entonces a los peces planos modernos, en los que el ojo que debería mirar siempre al suelo alcanza en el adulto el flanco contrario.
Pero, para que la selección natural pueda acumular esos cambios a lo largo de las generaciones, cada etapa tiene que suponer una ventaja en términos de supervivencia y reproducción respecto del estado anterior. Y ¿qué ventaja puede haber en que un ojo esté algo desplazado de su posición original, si aún sigue en el lado inferior del pez, llenándose de arena al rozarse con el fondo y sin poder ver nada interesante? En definitiva, algunas etapas intermedias necesarias en este proceso evolutivo no prosperarían.
Según este argumento, los peces planos no podrían haber evolucionado gradualmente (al menos en lo que respecta a la posición de los ojos). Los peces o bien nadan de la forma típica y tienen un ojo a cada lado, o bien nadan recostados y tienen los dos ojos en el lado superior. Cualquier estadio intermedio sería absurdo. Por tanto, no deberíamos hallar ningún fósil de transición entre estas dos situaciones, porque se trataría de animales inadaptados que nunca han podido existir.
¡Tururú!
Aquí está la investigación* de Matt Friedman con dos géneros fósiles: el Heteronectes y el Amphistium. Ambos son antiguos parientes del lenguado, pleuronectiformes primitivos de hace unos 50 millones de años. Ambos poseían, en estado adulto, un ojo normal y otro parcialmente migrado en el lado contrario del cuerpo. Son fósiles que llenan un hueco clásico y que ilustran una evolución por etapas que, según algunas mentalidades inflexibles y cortas de miras, no puede haber ocurrido.
Para saber más: estupendo artículo de Carl Zimmer.
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*Matt Friedman. 2008. The evolutionary origin of flatfish asymmetry. Nature 454, 209-212(10 July 2008). doi:10.1038/nature07108. Resumen