Decía el bueno de Guus Hiddink que el haber llegado a esta semifinal (lo dijo en las horas previas), suponía para Rusia la confirmación de varios factores positivos dentro de su fútbol. El primero apuntaba directamente a una generación de futbolistas talentosos, veloces, de calidad en corto y con una increíble capacidad colectiva. Los Arshavin, Pavlyuchenko, Zyryanov, Akinfeev forman una piña en torno a un proyecto que tendrá continuidad y que no se había fijado ni mucho menos un éxito de tales dimensiones cuando el holandés asumió su cargo hace poco más de dos años.
Hiddink vino a decir que el resurgir del fútbol ruso era ya una evidencia tras el título de UEFA del Zenit y el ambicioso proyecto (sobre todo en su faceta económica) que ha llevado a cabo en los últimos tiempos la Premier Rusa. Este campeonato, que ha ganado en interés y que como se ha reflejado, guarda grandes jugadores que no eran tan famosos en el viejo continente.
Todos, cada uno en su medida y papel, han sabido aprovechar el torneo como reclamo. Ahora son perseguidos por lo grandes aunque es cierto que sus sueldos en Rusia son como merecen, lo que les complica su salida.
Los ex soviéticos supieron ganarle la partida a las oposiciones. Primero les llegó el castigo de la sanción de dos partidos Arshavin, luego la inoportuna e importante lesión de su delantero más en forma, Pogrebnyak y, para cerrar esta amargura, España les rompió en el debut cuando Hiddink aún probaba cambios en defensa (pasó de tres centrales a cuatro defensas con dos extremos como laterales). Un caos que les sirvió para reaccionar, un apunta muy interesante teniendo en cuenta que se trata del equipo más joven de todo el torneo. Con Pavlyuchenko como jefe de filas y un excelente Zhirkov, Rusia presentó credenciales y supo ganarse un hueco entre aquellos que le dábamos como revelación. Ganó a Grecia y cortó las alas escandinavas de Suecia en el partido clave.
Sin embargo, su lección extra, aquella cita que les servirá para confiar en su planteamiento, fue ante Holanda. Los oranjes fueron un juguete en manos de Hiddink que, ya con Arshavin, desmantelaron a base de alegría, llegadas y velocidad, a la que hasta entonces había sido la mejor selección del torneo. España, sin embargo fue demasiado para este grupo consolidado, que ha dado un zarpazo de aviso al resto de europa y que quiere tener protagonismo estelar en Sudáfrica.
Con o sin Hiddink, un aplauso para la apuesta rusa es el mejor bálsamo tras una dolorosa derrota. Esta, además, lleva el orgullo de un gigante que ha vuelto con ganas de dar 'guerra'.
José David López (Editor Diarios de Futbol)