Cristina Fernández de Kirchner, la presidenta argentina, es una mujer de rompe y rasga, que por donde pasa va dejando huella. Cuando visitó España recientemente, dejó a nuestros diputados de una pieza en el Congreso al soltar su discurso mirando fijamente a los ojos de Bono y Zapatero, sus anfitriones. Su barroco estilo causó sensación y en los pasillos se contaba la anécdota de que, cuando José Bono se desplazó a Argentina para organizar el viaje de la dirigente, presenció en su despacho el drama que se desencadenó porque uno de los perritos de Cristina se comió a uno de los patos del estanque del jardín.
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