Bailando la conga. Y no es para menos. Si eres de los afortunados que has podido comprar una de las entradas (suelen durar unos veinte minutos y se recomienda estar conectado a la red a la vez que llamas por teléfono) y, además, has podido darte el lujazo de gastarte buena parte de tu sueldo en ir, lo mínimo que puedes hacer es ponerte a bailar esta ridícula danza.