Un culo. Así, sin más. Esto es lo que hay. Ni visión posterior ni final de espalda, trasero u otros sinónimos evasivos de su potencial carga erótica. No importa si de hombre o mujer, el culo siempre impone su presencia en nuestro cerebro erótico. Estudios sobre los mecanismos de percepción visual desde hace años han puesto en evidencia cómo ciertas líneas, como pueden ser los perfiles de la silueta corporal, en la que el culo no deja de imponer su rotundidad, activan instantáneamente el encendido de áreas relacionadas con la disposición al placer. Y desde otra 'óptica', la de los psicólogos de la conducta, no son menos clásicas las investigaciones que nos enseñan que estamos ante una de las primeras zonas en la que el salto de ojo se lanza ante una nueva figura que se nos ponga 'por detrás'.
Vea las siguientes ilustraciones de Miguel Ángel Martín aquí.